viernes, 25 de septiembre de 2009

¿EXISTE EL INFIERNO?






Repito la pregunta. ¿Dónde existirían los debo y no debo, si no es en Tu mundo?

En vuestra imaginación.

Sin embargo, quienes me enseñaron todo lo que sé acerca de lo correcto y lo equivocado, lo que hay que hacer o dejar de hacer, lo que se debe o no se debe hacer, me dijeron que todas aquellas reglas se fundamentaban en Ti: en Dios.

Entonces, quienes te enseñaron estaban equivocados. Yo nunca he establecido qué es lo <>> o lo <>, que <> o qué <>. Obrar así equivaldría a despojaros completamente de nuestro mayor don: la posibilidad de hacer lo que os plazca, y experimentar los resultados de ello; la oportunidad de crearos a vosotros mismos de nuevo a imagen y semejanza de Quienes Realmente Sois; el espacio para producir una realidad de vosotros mismos cada vez mayor, basada en vuestra idea más magnífica de aquello de lo que sois capaces.

Afirmar que algo - un pensamiento, palabra u obra - es <> sería tanto como deciros que no lo pusierais en práctica. Deciros que no lo pusierais en práctica sería lo mismo que prohibíroslo. Prohibiroslo sería tanto como limitaros. Y limitaros equivaldría a negar la realidad de Quienes Realmente Sois, así como la posibilidad de que creéis y experimentéis esa verdad.

Hay quienes dicen que os he dado el libre albedrío, pero luego estos mismos afirman que, si no Me obedecéis, os enviaré al infierno. ¿Qué clase de libre albedrío es ese? ¿No constituye eso una burla hacia Dios: negar todo tipo de relación auténtica entre nosotros?

Bueno, aquí entramos en otro terreno del que también quería que habláramos, y es todo ese asunto del cielo y el infierno. Por lo que puedo deducir, no existe nada parecido al infierno.

El infierno existe pero no es como vosotros pensáis, y no lo habéis experimentado por las razones que te he dado.

¿Qué es el infierno?

Es la experiencia del peor resultado posible de vuestras elecciones, decisiones y creaciones. Es la consecuencia natural de cualquier pensamiento que Me niegue, o niegue Quienes Sois en relación a Mí.

Es el dolor que sufrís a causa de un pensamiento equivocado. Pero el término <> tampoco es apropiado, ya que no existe nada que sea equivocado.

El infierno es lo opuesto a la alegría. Es la insatisfacción. Es saber Quienes y Que Sois, y fracasar a la hora de experimentarlo. Es ser menos. Eso es el infierno, y no hay ninguno mayor para vuestra alma.

Pero el infierno no existe como ese lugar que habéis imaginado, donde os quemáis en un fuego eterno, o como una forma de tormento perpetuo. ¿Qué podría pretender Yo con eso?

Incluso si Yo sostuviera la idea, extraordinariamente malvada, de que no os <> el cielo, ¿por qué habría de tener la necesidad de buscar algún tipo de venganza, o castigo, por vuestra falta? ¿No sería para Mí mucho más sencillo simplemente deshacerme de vosotros? ¿Qué vengativa parte de Mí necesitaría someteros a un sufrimiento eterno de un tipo y una intensidad más allá de cualquier descripción?

Si me contestas que la necesidad de justicia, ¿no sería suficientemente justo la simple negación de la comunión Conmigo en el cielo? ¿Hace falta también infligir un dolor sin fin?

Te digo que después de la muerte no hay ninguna experiencia semejante a la que habéis elaborado en vuestras teologías, basadas en el temor.

Pero sí existe la experiencia del alma tan infeliz, tan incompleta, tan inferior al todo, tan separada de la inmensa alegría de Dios, que para vuestra alma eso sería el infierno. Pero deja que te diga que Yo no os envío ahí, ni tampoco soy la causa de que esa experiencia os aflija. Sois vosotros, vosotros mismos, quienes creáis esa experiencia, cada vez y en cada ocasión que alejáis vuestro Yo de vuestro pensamiento más alto sobre vosotros. Sois vosotros, vosotros mismos, quienes creáis la experiencia cada vez que rechazáis a vuestro Yo; cada vez que negáis Quienes y Que Sois Realmente.

Pero ni siquiera esta experiencia es eterna. No puede serlo, puesto que no forma parte de Mi plan que permanezcáis separados de Mí para siempre. En realidad, una cosa así es una imposibilidad: para que algo así sucediera, no sólo vosotros habríais de negar Quienes Sois; también habría de hacerlo Yo. Y eso no lo haré nunca. Y mientras uno de nosotros mantenga la verdad acerca de vosotros, dicha verdad prevalecerá finalmente.

Pero si no hay infierno, ¿significa eso que puedo hacer lo que quiera, actuar como desee, realizar cualquier acción, sin temor a un castigo?

¿Necesitas el temor para poder ser, hacer y tener aquello que es intrínsecamente justo? ¿Necesitas sentirte amenazado para ser <>? ¿Y qué es <>? ¿Quién tiene la última palabra respecto a eso? ¿Quién establece las pautas? ¿¿Quién hace las normas?

Déjame que te diga algo: cada uno de vosotros es quien hace sus propias normas. Cada uno de vosotros establece las pautas. Y cada uno de vosotros decide si lo que ha hecho es bueno, si lo que hace es bueno; ya que cada uno de vosotros es el único que ha decidido Quién y Qué Es Realmente, y Quién Quiere Ser. Y cada uno de vosotros es el único que puede establecer si lo que hace es bueno.

Ningún otro os juzgará nunca, ya que ¿por qué, y cómo, podría Dios juzgar Su propia creación y decir que es mala? Si Yo quisiera que fuerais perfectos y obrarais siempre de manera perfecta, os habría dejado en el estado de total perfección del que procedéis. El fin último del proceso era que os descubrierais a vosotros mismos, que os crearais a Vosotros mismos, tal como realmente sois, y como realmente deseáis ser. Pero no podíais serlo a menos que tuvierais también la posibilidad de ser otra cosa distinta.

¿Debo, entonces, castigaros por realizar una elección que Yo Mismo he puesto ha vuestro alcance? Y si Yo no quisiera que dispusierais de esa segunda posibilidad, ¿para qué habría de crear otra que no fuera la primera?

Esta es la pregunta que debéis haceros antes de atribuirme el papel de un Dios que condena.

La respuesta directa a tu pregunta es que sí: puedes hacer lo que quieras sin temor al castigo. Sin embargo, puede resultarte útil ser consciente de las consecuencias.

Las consecuencias son los resultados naturales. No tienen nada que ver con los castigos. Son simplemente resultados: lo que resulta de la aplicación natural de las leyes naturales; lo que ocurre - de manera totalmente predecible - como consecuencia de lo que ha ocurrido.

Toda la vida física funciona según las leyes naturales. Cuando recordéis estas leyes, y las apliquéis, lograréis dominar la vida a nivel físico.

Lo que a vosotros os parece un castigo - o aquello a lo que llamaríais el mal, o la mala fortuna -, no es sino una ley natural manifestándose por sí misma.

Entonces si conociera estas leyes, y las obedeciera, nunca más volvería a tener un momento de turbación. ¿Es eso lo que me estas diciendo?

Nunca te experimentarías a Ti mismo en un estado de eso que llamas <>. No considerarías ninguna situación de la vida como un problema. No afrontarías ninguna situación con inquietud. Pondrías fin a cualquier clase de preocupación, duda o temor. Vivirías tal como imagináis que vivían Adán y Eva: no como espíritus desencarnados en el reino de lo absoluto, sino como espíritus encarnados en el reino de lo relativo. Pero gozarías de toda la libertad, de toda la alegría, de toda la paz y de toda la sabiduría, el conocimiento y la fuerza del Espíritu que eres. Serías un ser plenamente realizado.

Este es el objetivo de vuestra alma. Este es su propósito: realizarse plenamente ella misma a través del cuerpo; llegar a ser la encarnación de todo lo que realmente es.

Este es Mi plan para vosotros. Este es mi ideal: lo que Yo debo llegar a realizar por medio de vosotros. Es así, convirtiendo el concepto en experiencia, como Yo puedo conocerme a Mí mismo experimentalmente.

Las leyes del Universo son leyes que Yo he establecido. Son leyes perfectas, que crean una función perfecta de lo físico.

¿Has visto alguna vez algo más perfecto que un copo de nieve? Su complejidad, su dibujo, su simetría, su identidad consigo mismo y su originalidad respecto a todos los demás: todo es un misterio. Os asombráis ante el milagro de esta imponente manifestación de la naturaleza. Pero si puedo hacer esto con un simple copo de nieve, ¿qué crees que puedo hacer - que he hecho - con el universo?

Aunque vierais su simetría, la perfección de su diseño - desde el cuerpo más grande a la partícula más pequeña -, no seríais capaces de mantener esta verdad en vuestra propia realidad. Ni siquiera ahora, que empezáis a vislumbrar algo de él, podéis imaginar o entender sus interrelaciones. Pero podéis saber que existen dichas interrelaciones: mucho más complejas y mucho más extraordinarias de lo que vuestra comprensión actual puede abarcar. Vuestro Shakespeare lo expresó maravillosamente: <<¡Hay más cosas en el cielo y en la tierra, Horacio, de las que ha soñado tu filosofía!>>

¿Cómo puedo, entonces, conocer esas leyes? ¿Cómo puedo aprenderlas?


No se trata de aprender, sino de recordar.

lunes, 7 de septiembre de 2009

EL NOMBRE DEL PADRE



A través de los universos, de todos los nombres por los que se conoce a Dios el Padre, los que se encuentran más frecuentemente son los que le designan como la Primera Fuente y Centro Universal.

El Primer Padre se conoce por varios nombres en diferentes universos y en diferentes sectores del mismo universo. Los nombres que la criatura asigna al Creador dependen en gran medida del concepto que tiene la criatura acerca del Creador. La Primera Fuente y Centro Universal no se ha revelado nunca por su nombre, sólo por su naturaleza. Si creemos que somos los hijos de este Creador, sólo es natural que lleguemos a llamarle Padre. Pero éste es un nombre de nuestra propia elección, y parte del reconocimiento de nuestra relación personal con la Primera Fuente y Centro.
El Padre Universal nunca impone ninguna forma de reconocimiento arbitrario, de adoración formal, ni de servicio servil a las criaturas volitivas inteligentes de los universos. Los habitantes evolucionarios de los mundos del tiempo y el espacio deben por sí mismos —en su corazón— reconocerle, amarle, y voluntariamente adorarle. El Creador rehusa ejercer coerción o imponer la sumisión al libre albedrío espiritual de sus criaturas materiales.

La afectuosa dedicación de la voluntad humana a hacer la voluntad del Padre es el regalo más selecto que el hombre puede hacer a Dios; en efecto, tal consagración de la voluntad de la criatura constituye la única dádiva posible de verdadero valor que puede hacer el hombre al Padre Paradisiaco. En Dios, el hombre vive, se mueve, y tiene su ser; no hay nada que el hombre pueda dar a Dios excepto esta elección de atenerse a la voluntad del Padre, y estas decisiones, efectuadas por las criaturas volitivas inteligentes de los universos, constituyen la realidad de esa adoración auténtica que es tan satisfactoria para la naturaleza del Padre Creador dominada por el amor.
Cuando hayáis obtenido verdaderamente conciencia de Dios, luego de descubrir realmente al Creador majestuoso y cuando comencéis a experimentar la comprensión de la presencia del controlador divino que en vosotros reside, entonces, según vuestro esclarecimiento y de acuerdo con la manera y método mediante los cuales revelan a Dios los Hijos divinos, encontraréis un nombre para el Padre Universal, que expresará adecuadamente vuestro concepto de la Primera Fuente y Centro. Así pues, en diferentes mundos y en varios universos, el Creador se reconoce por numerosos apelativos, que en espíritu de relación significan todos lo mismo, pero, en palabras y símbolos, cada nombre responde al grado, la profundidad, de su entronización en el corazón de sus criaturas de determinado dominio.

Cerca del centro del universo de universos, el Padre Universal suele conocerse por nombres que pueden considerarse representativos de la Primera Fuente. Más allá en los universos del espacio, los términos empleados para designar al Padre Universal significan más frecuentemente el Centro Universal. Aún más allá en la creación estelar, como en el mundo sede central de vuestro universo local, se le conoce como la Primera Fuente Creadora y el Centro Divino. En una constelación cercana, Dios se denomina el Padre de los Universos. En otro, el Sustentador Infinito, y hacia el este, el Controlador Divino. Él también ha sido designado como el Padre de las Luces, el Don de Vida, y el Único Todopotente.

En aquellos mundos en los que ha vivido una vida de otorgamiento un Hijo Paradisiaco, a Dios generalmente se le conoce por algún nombre indicativo de relación personal, afecto tierno, y devoción paterna. En la sede central de vuestra constelación se refieren a Dios como el Padre Universal y en diferentes planetas de vuestro sistema local de mundos habitados, es conocido alternativamente como el Padre de Padres, el Padre Paradisiaco, el Padre de Havona, y el Padre Espíritu. Los que conocen a Dios a través de las revelaciones de los otorgamientos de los Hijos Paradisiacos, ceden con el tiempo a la atracción sentimental de la relación conmovedora de la asociación de Creador—criatura, y se refieren a Dios como «nuestro Padre».
En un planeta de criaturas con sexo, en un mundo en el cual los impulsos de la emoción paternal son intrínsecos en el corazón de sus seres inteligentes, el término Padre se vuelve un nombre muy expresivo y apropiado para el Dios eterno. Él es mejor conocido, más universalmente reconocido, en vuestro planeta, Urantia, por el nombre de Dios. El nombre que se le dé es de poca importancia; lo significativo es que debéis conocerle y aspirar a ser semejante a él. Vuestros profetas de antaño le llamaron con verdad «el Dios sempiterno» y se refirieron a él como el que «mora en la eternidad».