martes, 4 de agosto de 2009

Del mismo modo -aunque en un grado algo inferior-, la presunción, la falta de moderación y la gula producen malestar físico, o falta de bienestar.


Toda enfermedad ha sido creada antes en la mente.
¿Cómo puede ser? ¿Y qué hay de las enfermedades contraídas por contagio, como los resfriados o el SIDA?


Nada ocurre en vuestra vida -nada- sin que primero haya sido un pensamiento. Los pensamientos son como imanes, que atraen sus efectos sobre uno. Puede que el pensamiento no siempre sea evidente -y, en consecuencia, claramente causal-, tal como: «Voy a contraer una terrible enfermedad». Es posible que sea (y normalmente es) mucho más sutil que eso: «No merezco vivir»; «Mi vida es un lío»; «Soy un perdedor»; «Dios va a castigarme»; «Estoy hasta la coronilla de mi vida».


Estos pensamientos constituyen una forma de energía muy sutil, pero sumamente poderosa. Las palabras son menos sutiles, más densas. Las acciones constituyen la forma más densa de las tres. La acción es energía en una forma física fuerte, con un movimiento potente. Cuando piensas, hablas y actúas según un concepto negativo tal como «Yo soy un perdedor», pones una enorme cantidad de energía en movimiento. No es de extrañar que cojas un resfriado; y aun eso sería lo de menos.


Resulta muy difícil invertir los efectos del pensamiento negativo una vez éstos han adquirido forma física. No es imposible, pero sí muy difícil. Se requiere un acto de fe excepcional. Se requiere una extraordinaria confianza en la fuerza positiva del universo, llámese Dios, Diosa, Motor Inmóvil, Fuerza Primera, Causa Primera, o lo que sea.
Los sanadores poseen precisamente esta fe. Es una fe que penetra en el Conocimiento Absoluto. Saben que estás preparado para ser completo y perfecto en este mismo momento. Ese conocimiento es también un pensamiento, y muy poderoso. Tiene el poder de mover montañas, por no hablar de las moléculas de tu cuerpo. Así es como los sanadores pueden curar, incluso a distancia.


El pensamiento no conoce distancias. Viaja alrededor del mundo y atraviesa el universo en menos tiempo del que tardas en pronunciar la palabra.
«Mándalo de palabra, y quede sano mi criado.» Y así fue, en ese mismísimo momento, incluso antes de que acabara la frase. Tal era la fe del centurión.
Pero todos vosotros sois leprosos mentales. Vuestra mente está corroída por pensamientos negativos. Algunos de ellos os los han metido. Muchos de ellos realmente los inventáis -los conjuráis- vosotros mismos, y luego les dais abrigo y cobijo durante horas, días, semanas, meses, e incluso años.


... y os sorprendéis porque caéis enfermos.
Puedes «resolver algunos de tus problemas de salud», como dices, si resuelves los problemas de tu pensamiento. Efectivamente, puedes curar algunas de las enfermedades que ya has contraído (que te has dado a ti mismo), además de prevenir nuevos e importantes problemas en fase de desarrollo. Y todo esto puedes hacerlo cambiando tu pensamiento.
Y también -y odio decir esto, pues parece demasiado mundano para venir de Dios-, ¿por el amor de Dios!, cuida más de ti mismo.
Cuidas pésimamente de tu cuerpo, prestándole muy poca atención hasta que no sospechas que algo anda mal. No haces prácticamente nada en el sentido de un mantenimiento preventivo. Cuidas más a tu coche que a tu cuerpo, y no exagero.


No sólo no previenes posibles problemas realizando chequeos médicos anuales, y utilizando las terapias y medicinas de que dispones (¿por qué vas al médico, le pides ayuda, y luego no tomas las medicinas que te receta?, ¿puedes responderme a eso?); también maltratas a tu cuerpo terriblemente entre estas visitas respecto a las que no haces nada.
No lo ejercitas, de modo que se vuelve flojo y, lo que es peor, débil por falta de uso.


No lo alimentas adecuadamente, con lo cual aún se debilita más. Luego lo llenas de toxinas y venenos, y de las más absurdas sustancias que hacéis pasar por comida. Y aun así ese maravilloso motor funciona; aun así sigue adelante, haciendo frente a este ataque.

No hay comentarios:

Publicar un comentario