miércoles, 22 de abril de 2009

¿CUANDO APRENDERE LO SUFICIENTE DE LAS RELACIONES...

¿Cuándo aprenderé lo suficiente sobre las relaciones como para que las mías vayan sobre ruedas? ¿Hay alguna manera de ser feliz en las relaciones? ¿Acaso deben suponer constantemente una prueba?

No tienes nada que aprender sobre las relaciones. Únicamente has de manifestar lo que ya sabes.
Hay una manera de ser feliz en las relaciones y: consiste en utilizarlas para el fin que les es propio, y no para el que tu les has designado.
Las relaciones son una prueba constante; constantemente invitan a crear, expresar y experimentar las más elevadas facetas de ti mismo, las mayores visiones de ti mismo, las más magníficas versiones de ti mismo. En ninguna otra parte puedes realizar esto de un modo más inmediato, efectivo e inmaculado que en las relaciones. En realidad, si no fuera por las relaciones no podrías realizarlo en absoluto.

Sólo a través de tus relaciones con otras personas, lugares y acontecimientos puedes existir (como una cantidad cognoscible, como algo identificable) en el universo. Recuérdalo: en ausencia de algo distinto, tú no eres. Eres únicamente lo que eres en relación a otra cosa que no es. Así es en el mundo de lo relativo, a diferencia del mundo de lo absoluto, en el que Yo habito.
Cuando entiendes esto con claridad, cuando lo comprendes en profundidad, entonces bendices intuitivamente todas y cada una de tus experiencias, todo encuentro humano, y especialmente las relaciones personales humanas, pues las ves como algo constructivo en su más alto sentido. Ves que pueden utilizarse, que deben utilizarse, que se utilizan (lo quieras o no), para construir Quien Realmente Eres.

Esta construcción puede ser una magnífica creación de tu propio designio consciente, o una estricta configuración de los acontecimientos. Puedes elegir ser una persona que sea producto simplemente de lo que haya acontecido, o de lo que hayas elegido ser y hacer en función de lo que haya acontecido. Es en esta última forma en la que la creación del Yo se hace consciente. Es en la segunda experiencia en la que el Yo se realiza.
Bendice, por tanto, toda relación, y considera cada una de ellas como especial y constitutiva de

Quien Realmente Eres y ahora eliges ser.
Ahora bien, tu pregunta alude a las relaciones humanas individuales de tipo romántico, cosa que entiendo. De modo que permíteme referirme, específicamente y por extenso, a las relaciones amorosas humanas, ¡ese asunto que sigue dándote tantas preocupaciones!
Cuando las relaciones amorosas humanas fracasan (en realidad, las relaciones nunca fracasan, excepto en el sentido estrictamente humano de que no producen el resultado que quieres), es porque se habían iniciado por una razón equivocada.(Por supuesto, «equivocado» es un término relativo, que significa algo opuesto a lo que es «correcto», sea lo que sea. Resultaría más exacto, en vuestro lenguaje, decir «las relaciones fracasan -cambian- más a menudo cuando se han iniciado por razones no totalmente beneficiosas o que conduzcan a su supervivencia».)

La mayoría de la gente inicia las relaciones con las miras puestas en lo que puede sacar de ellas, en lugar de lo que puede aportar a ellas.
El objetivo de una relación es decidir qué parte de ti mismo quisieras ver «descubierta»; no que parte de la otra persona puedes capturar y conservar.
Sólo puede haber un objetivo para las relaciones, y para toda la vida: ser y decidir Quien Realmente Sois.

Resulta muy romántico decir que tú no eras «nada» hasta que llegó esa otra persona tan especial; pero no es cierto. Y, lo que es peor, supone una increíble presión sobre esa persona, forzándole a ser toda una serie de cosas que no es.
Al no querer «desengañarte», trata con gran esfuerzo de ser y hacer esas cosas, hasta que ya no puede más. Ya no puede completar el retrato que te has forjado de él o ella. Ya no puede desempeñar el papel que se le ha asignado. Surge el resentimiento. Y después la cólera.
Finalmente, para salvarse a sí misma (y la relación), esa otra persona especial empieza a recuperar su auténtico yo, actuando más de acuerdo con Quien Realmente Es. Y en ese momento es cuando dices que «realmente, ha cambiado».

Resulta muy romántico decir que, ahora que esa otra persona especial ha entrado en tu vida, te sientes completo. Pero el objetivo de la relación no es tener a otra persona que te complete, sino tener a otra persona con la que compartir tu completitud.
He aquí la paradoja de todas las relaciones humanas: no necesitáis a una determinada persona para experimentar plenamente Quiénes Sois, y... sin un otro, no sois nada.
Aquí radica a la vez el misterio y el prodigio, la frustración y la alegría de la experiencia humana. Requiere un conocimiento profundo y una total voluntad vivir en esta paradoja de un modo que tenga sentido. Y observo que muy pocas personas lo hacen.
La mayoría de vosotros intentáis vuestras relaciones en los primeros años de madurez, con esperanza, plenos de energía sexual, el corazón abierto de par en par y el alma alegre e ilusionada.

En algún momento entre los cuarenta y los sesenta años (y para la mayoría, más pronto que tarde), renunciáis a vuestro más magnífico sueño, abandonáis vuestra más alta esperanza, y os conformáis con vuestras menores expectativas; o con nada en absoluto.El problema es sumamente básico, sumamente sencillo; y, sin embargo, trágicamente mal interpretado: vuestro más magnífico sueño, vuestra más alta idea y vuestra más acariciada esperanza se había referido a vuestro amado otro, en lugar de a vuestro amado Yo. La prueba de vuestras relaciones se había referido al hecho de hasta qué punto el otro se ajustaba a vuestras ideas CONTINUA, TOMADO DE LA PAG 47 CONVERSACIONES CON DIOS

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