jueves, 23 de abril de 2009

LAS RELACIONES SON SAGRADAS

Las relaciones son sagradas porque proporcionan la más grandiosa oportunidad en la vida -en realidad, la única oportunidad- de crear y producir la experiencia de tu más elevado concepto de ti mismo. Las relaciones fracasan cuando las consideras la más grandiosa oportunidad de crear y producir la experiencia de tu más elevado concepto de otro.

Si dejas que, en una relación con otra persona, cada uno se preocupe de Sí mismo: de lo que Uno mismo es, hace y tiene; de lo que Uno mismo quiere, pide, obtiene; de lo que Uno mismo busca, crea, experimenta... todas las relaciones servirán magníficamente a este propósito, y a quienes participen en ellas.
Deja que, en la relación con otra persona, cada uno se preocupe, no del otro, sino solo y únicamente de sí mismo.

Parece una enseñanza extraña, ya que os han dicho que en la forma más elevada de relación uno se preocupa únicamente del otro. Pero yo te digo esto: es el hecho de centrarte en el otro -de obsesionarte con el otro- lo que hace que las relaciones fracasen.
¿Qué es el otro? ¿Qué hace? ¿Qué tiene? ¿Qué dice, quiere o pide? ¿Qué piensa, espera o planea?

El Maestro entiende que no importa lo que el otro sea, haga, tenga, diga, quiera o pida. No importa lo que el otro piense, espere o planee. Sólo importa lo que tú hagas en relación con ello.
La persona que más ama es la persona que está más centrada en Sí misma.
Esa es una enseñanza radical...

No si la observas con atención. Si no te amas a ti mismo, no puedes amar a otro. Mucha gente comete el error de tratar de amarse a Sí mismo a través de amar a otro. Por supuesto, no se dan cuenta de que lo hacen. No se trata de un esfuerzo consciente, sino de algo que se da en la mente, a un nivel muy profundo, en lo que llamáis el subconsciente. Piensan: «Si puedo amar a otros, ellos me amarán a mi

Entonces seré alguien digno de ser amado, y, por lo tanto, Yo me amaré a mí mismo».
El reverso de esto es que muchas personas se odian a si mismas porque piensan que no hay nadie que les quiera. Se trata de una enfermedad; es el verdadero «mal de amores», pues lo cierto es que sí hay otras personas que les quieren, pero no importa. No importa cuánta gente manifieste su amor hacia ellos; nunca es suficiente.
En primer lugar, no creen en ti. Piensan que tratas de manipularles, que tratas de sacar algo de ellos. (¿Cómo podrías quererles por lo que realmente son? No. Debe de haber un error. ¡Seguro que quieres algo! Entonces ¿qué eslo que quieres?)

Se cruzan de brazos, tratando de comprender cómo alguien puede realmente quererles. Así; no te creen, y emprenden una campaña para hacer que se lo demuestres. Tienes que demostrarles que les quieres. Y, para hacerlo, pueden pedirte que empieces a cambiar tu conducta.

En segundo lugar, si finalmente aceptan que pueden creer que les quieres, inmediatamente empiezan a preocuparse acerca de cuánto tiempo lograrán mantener tu amor. Así; con el fin de conservarlo, empiezan a cambiar su conducta.
De este modo, dos personas se pierden a si mismas -literalmente- en la relación. Inician la relación esperando encontrarse a sí mismas, y, en lugar de ello, se pierden a sí mismas.

Esta pérdida de Uno mismo en una relación es lo que provoca la mayor parte de la amargura en estas parejas.
Dos personas se unen para compartir su vida, esperando que el todo será más que la suma de las partes, y se encuentran con que es menos. Se sienten menos que cuando estaban solos. Menos capaces, menos hábiles, menos apasionantes, menos atractivos, menos alegres, menos contentos...
Y ello es así porque son menos. Han renunciado a la mayor parte de lo que son con el fin de tener -y conservar- la relación.

Las relaciones nunca han tenido por qué ser así: Pero así es como las han experimentado la mayoría de las personas que conoces.
¿Por qué? ¿Por qué?
Porque la gente ha perdido el contacto (si es que alguna vez lo tuvo) con el propósito de las relaciones.

Cuando has dejado de ver a los otros como almas sagradas en un viaje sagrado, no puedes ver el propósito, la razón, que se oculta tras toda relación.
El alma ha venido al cuerpo, y el cuerpo ha venido a la vida, con el propósito de evolucionar. Estáis en evolución; estáis en devenir. Y utilizáis vuestras relaciones con cualquier cosa para decidir aquello que queréis devenir.
Esa es la tarea que habéis venido a realizar aquí. Esa es la alegría de crearse a Sí mismo. O de conocerse a Sí mismo. O de llegar a ser, conscientemente, lo que uno quiere ser. Eso es lo que significa ser consciente de Uno mismo.
Habéis traído a vuestro Yo al mundo relativo para poder disponer de las herramientas con las que conocer y experimentar Quienes Realmente Sois. Y sois quienes os creáis en relación con todo lo demás.

Vuestras relaciones personales constituyen el elemento más importante en este proceso. Por lo tanto, vuestras relaciones personales son «tierra santa». Prácticamente no tienen nada que ver con el otro, pero, puesto que implican a otro, tienen todo que ver con el otro.

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