domingo, 19 de abril de 2009

EL SENTIMIENTO ES EL LENGUAJE DEL ALMA

Si quieres saber hasta qué punto algo es cierto para ti; presta atención a lo que sientes al respecto.
A veces los sentimientos son difíciles de descubrir, y con frecuencia aún más difíciles de reconocer. Sin embargo, en tus más profundos sentimientos se oculta tu más alta verdad.
El truco está en llegar a dichos sentimientos. Te mostraré cómo. De nuevo. Si tú quieres.
Le dije a Dios que sí quería, pero que en ese momento deseaba aún más una respuesta completa y detallada a mi primera pregunta. He aquí lo que Dios me dijo:
También me comunico con el pensamiento. El pensamiento y los sentimientos no son lo mismo, aunque pueden darse al mismo tiempo. Al comunicarme con el pensamiento, a menudo utilizo imágenes. Por ello, los pensamientos resultan más efectivos como herramientas de comunicación que las simples palabras.
Además de los sentimientos y pensamientos, utilizo también el vehículo de la experiencia que es un magnífico medio de comunicación.
Y finalmente, cuando fallan los sentimientos, los pensamientos y la experiencia, utilizo las palabras En realidad, las palabras resultan el medio de comunicación menos eficaz. Están más sujetas a interpretaciones equivocadas, y muy a menudo a malentendidos.
¿Y eso por qué? Pues debido a lo que son las palabras. Éstas son simplemente expresiones: ruidos que expresan sentimientos, pensamientos y experiencia. Son símbolos. Signos. Insignias. No son la Verdad. No son el objeto real.
Las palabras le pueden ayudar a uno a entender algo. La experiencia le permite conocerlo. Sin embargo, hay algunas cosas que uno no puede experimentar. Por eso os he dado otras herramientas de conocimiento: son los llamados sentimientos; y también los pensamientos.
La suprema ironía del asunto es que vosotros hayáis dado tanta importancia a la Palabra de Dios, y tan poca a la experiencia.
En efecto, dais tan poco valor a la experiencia que, cuando vuestra experiencia de Dios difiere de lo que habéis oído sobre Dios, automáticamente desecháis la experiencia y os quedáis con las palabras, cuando debería ser precisamente lo contrario.
Vuestra experiencia y vuestros sentimientos sobre algo representan lo que efectiva e intuitivamente sabéis acerca de ello. Las palabras únicamente pueden aspirar a simbolizar lo que sabéis, y a menudo pueden confundir lo que sabéis.
Así pues, esas son las herramientas con las que Yo me comunico, aunque no sistemáticamente, pues ni todos los sentimientos, ni todos los pensamientos, ni toda la experiencia, ni todas las palabras proceden de Mí.
Muchas palabras han sido pronunciadas por otros en Mi nombre. Muchos pensamientos y muchos sentimientos han sido promovidos por causas que no son resultado directo de Mi creación. Y muchas experiencias se derivan también de dichas causas.
La cuestión consiste en discernir. La dificultad estriba en saber la diferencia entre los mensajes de Dios y los que proceden de otras fuentes. Esta distinción resulta sencilla con la aplicación de una regla básica:
Vuestro Pensamiento más Elevado, vuestra Palabra más Clara, vuestro Sentimiento más Grandioso, son siempre Míos. Todo lo demás procede de otra fuente.
Con ello se facilita la labor de diferenciación, ya que no debería resultar difícil, ni siquiera para el principiante, identificar lo más Elevado, lo más Claro y lo más Grandioso.
No obstante, te daré algunas directrices:
El Pensamiento más Elevado es siempre aquel que encierra alegría.
Las Palabras más Claras son aquellas que encierran verdad. El Sentimiento más Grandioso es el llamado amor.
Alegría, verdad, amor.
Los tres son intercambiables, y cada uno lleva siempre a los otros. No importa en qué orden se encuentren.
Una vez determinado, utilizando estas directrices, qué mensajes son Míos y cuáles proceden de otra fuente, lo único que falta es saber si Mis mensajes serán tenidos en cuenta.
La mayoría de Mis mensajes no lo son. Algunos, porque parecen demasiado buenos para ser verdad. Otros, porque parece demasiado difícil seguirlos. Muchos, debido simplemente a que se entienden mal. La mayoría, porque no se reciben.
Mi mensajero más potente es la experiencia, e incluso a ésta la ignoráis; especialmente a ésta la ignoráis.
Vuestro mundo no se hallaría en el estado en que se encuentra si simplemente hubierais escuchado a vuestra experiencia. El resultado de que no escuchéis a vuestra experiencia es que seguís reviviéndola, una y otra vez, puesto que mi propósito no puede verse frustrado, ni mi voluntad ignorada. Tenéis que recibir el mensaje, Antes o después.
Sin embargo, no os forzaré. Nunca os coaccionaré; ya que os he dado el libre albedrío -la facultad de hacer lo que queráis-, y nunca jamás os lo quitaré.
Así pues, seguiré enviándoos los mismos mensajes una y otra vez, a lo largo de milenios y a cualquier rincón del universo en el que habitéis. Seguiré enviando infinitamente Mis mensajes, hasta que los hayáis recibido y los hayáis escuchado con atención, haciéndolos vuestros.
Mis mensajes pueden venir bajo un centenar de formas, en miles de momentos, durante un millón de años. No podéis pasarlos por alto si realmente escucháis. No podéis ignorarlos una vez los hayáis oído verdaderamente. De este modo nuestra comunicación empezará en serio, ya que en el pasado únicamente Me habéis hablado, Me habéis rezado, habéis intercedido ante Mi, Me habéis suplicado. Pero ahora puedo responderos siquiera sea como lo estoy haciendo en este momento.
¿Cómo puedo saber que esta comunicación procede de Dios? ¿Cómo sé que no se trata de mi propia imaginación?
¿Qué diferencia habría? ¿No ves que puedo utilizar tu imaginación con la misma facilidad que cualquier otro medio? Te traeré los pensamientos, palabras o sentimientos exactamente apropiados; y en un determinado momento, precisamente cuando me venga bien para mi propósito, utilizaré alguna sentencia, o varias.
Sabrás que esas palabras proceden de Mí porque tú, espontáneamente, no has hablado nunca con tanta claridad. Si hubieras hablado ya con claridad de tales asuntos, no te preguntarías acerca de ellos.
¿Con quién se comunica Dios? ¿Se trata de personas especiales? ¿En momentos especiales?
Todo el mundo es especial, y todos los momentos son buenos. No hay ninguna persona que sea más especial que otra, ni ningún momento que sea más especial que otro. Mucha gente decide creer que Dios se comunica de maneras especiales y únicamente con personas especiales. Esto libera a las masas de la responsabilidad de escuchar Mi mensaje, y aún más de aceptarlo (esa es otra cuestión), y les permite quedarse con lo que dicen otros. No tenéis que escucharme puesto que ya habéis decidido que otros Me han oído acerca de todos los asuntos, y tenéis que oírlos a ellos.
Al escuchar lo que otras personas piensan que Me han oído decir, vosotros no tenéis que pensar en absoluto.
Esta es la razón principal de que la mayoría de la gente eluda Mis mensajes a nivel personal. Si uno reconoce que recibe Mis mensajes directamente, entonces es responsable de interpretarlos. Es mucho más seguro y mucho más fácil aceptar la interpretación de otros (aunque se trate de otros que han vivido hace 2.000 años) que tratar de interpretar el mensaje que uno puede muy bien estar recibiendo en este mismo momento.
No obstante, te propongo una nueva forma de comunicación con Dios. Una comunicación de doble dirección. En realidad, eres tú quien me la ha propuesto a Mí; ya que he venido a ti, en esta forma, aquí y ahora, en respuesta a tu llamada.
¿Por qué algunas personas -como, por ejemplo, Jesucristo- parecen escuchar más lo que Tú comunicas que otras?
Porque algunas personas están verdaderamente dispuestas a escuchar. Están dispuestas a oír, y están dispuestas a permanecer abiertas a la comunicación aun cuando lo que oyen parezca espantoso, disparatado o manifiestamente equivocado.
¿Debemos escuchar a Dios aun en el caso de que lo que diga nos parezca equivocado?
Especialmente cuando parece equivocado. Si creéis que estáis en lo cierto respecto de algo, ¿para qué necesitáis hablar con Dios?
Seguid adelante, actuando según vuestro entender. Pero observad lo que habéis estado haciendo desde el principio de los tiempos. Y mirad cómo es el mundo. Evidentemente, en algo habéis fallado; y es obvio que hay algo que no entendéis. Lo que sí entendéis ha de pareceros correcto, puesto que «correcto» es un término que utilizáis para designar aquello con lo que estáis de acuerdo. Por lo tanto aquello que se os escapa aparecerá, en un primer momento, como «equivocado».
La única manera de adelantar en esto es preguntándose uno mismo: ¿Qué pasaría si todo lo que considero «equivocado» fuese realmente "correcto"?». Todos los grandes científicos conocen esta pregunta. Lo que hace el científico no es simplemente trabajar; el científico cuestiona todos los presupuestos y prejuicios. Todos los grandes descubrimientos han surgido de la voluntad, de la capacidad, de no estar en lo cierto. Y eso es lo que se necesita en este caso.
No podéis conocer a Dios hasta que hayáis dejado de deciros a vosotros mismos que ya conocéis a Dios. No podéis escuchar a Dios hasta que dejéis de pensar que ya habéis escuchado a Dios.

No hay comentarios:

Publicar un comentario