miércoles, 29 de abril de 2009

PREGUNTA A DIOS ¿QUE HARIA EL AMOR?

PREGUNTA A DIOS ¿QUÉ HARÍA EL AMOR?

Y DIOS RESPONDE

Ninguna otra pregunta es importante; ninguna otra pregunta es significativa; ninguna otra pregunta tiene la menor importancia para vuestra alma.
Topamos aquí con un punto de muy delicada interpretación, ya que este principio de la acción basada en el amor ha sido muy mal interpretado, y esta mala interpretación ha dado origen a resentimientos y enfados, lo cual, a su vez, ha hecho que muchos se apartaran del camino.

Durante siglos, os han enseñado que la acción basada en el amor se deriva de la decisión de ser, hacer y tener cualquier cosa que produzca el mayor bien a otro.
Pero deja que te diga algo: la opción más elevada es la que te produce el mayor bien a ti mismo.

Al igual que toda verdad espiritual profunda, esta afirmación se presta inmediatamente a una mala interpretación. El misterio se aclara un poco en el momento en que uno decide cuál es el mayor «bien» que puede hacerse a sí mismo. Y cuando se ha tomado la opción absolutamente más elevada, el misterio desaparece, el círculo se completa, y el mayor bien para uno mismo se convierte en el mayor bien para el otro.

Puede que se necesiten varias vidas para entender esto, e incluso varias más para ponerlo en práctica, ya que esta verdad gira en torno a otra aún mayor: lo que te haces a ti mismo, se lo haces al otro; lo que le haces al otro, te lo haces a Ti mismo.
Y ello, porque tú y el otro sois uno.
Y ello, porque...
... no hay nada más que tú.

Todos los Maestros que han transitado por vuestro planeta lo han enseñado («En verdad, en verdad, os digo que lo que hacéis a uno de mis hermanos más pequeños, me lo hacéis a Mí»). Sin embargo, para la mayoría de las personas se ha quedado simplemente en una gran verdad esotérica con escasa aplicación práctica. En realidad se trata de la verdad «esotérica» con mayor aplicación práctica de todos los tiempos.
En las relaciones con los demás es importante recordar esta verdad; sin ella, dichas relaciones resultarán más difíciles.
Volvamos a las aplicaciones prácticas de este saber, y dejemos, por el momento, su aspecto puramente espiritual y esotérico.

Muy a menudo, con la anterior interpretación, la gente -con buena intención y, en muchos casos, auténtico sentimiento religioso- hacia lo que consideraba que sería lo mejor para la otra persona. Lamentablemente, todo esto hacia que en muchos casos (en la mayoría de los casos) se continuara abusando del otro; que continuaran los malos tratos y las disfunciones en las relaciones.
Finalmente, la persona que trataba de «hacer lo correcto» para con el otro -perdonar en seguida, mostrar compasión, hacer continuamente la vista gorda ante determinados problemas y comportamientos- se convertía en una persona resentida, colérica y desconfiada, incluso ante Dios, pues ¿cómo puede un Dios justo pedir ese sufrimiento, esa tristeza y ese sacrificio interminables, aunque sea en nombre del amor?
La respuesta es que Dios no pide eso. Dios pide únicamente que te incluyas a ti mismo entre aquellos a quienes amas.
Pero Dios aún va más lejos. Dios propone –y aconseja- que te incluyas el primero.

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